De camino al taller en bici durante estos últimos meses he visto cómo se construía un edificio de viviendas. Lo han levantado todo muy rápido. Por uno de los huecos de las ventanas se ve el interior. El pladur. Las paredes por dentro son de pladur.

Ayer echaron este programa en la tele donde se habla de la impresión en 3D. Lo han pintado muy bien, todo son ventajas. Es cierto que la tecnología puede ayudarnos a superar muchas de nuestras necesidades, siempre y cuando esas necesidades sean naturales y no nos veamos obligados a crearlas para dar utilidad a la tecnología. Pero aparte de todas esas cosas buenas indiscutibles que se han dicho en el programa, como la ayuda en la ciencia, la accesibilidad a nivel doméstico o el fomento de la creatividad, he echado una en falta: la calidad. Y entonces he recordado ese edificio con las paredes de pladur. Y entonces pienso en que se ha hablado de que la gente no tendrá mucha ropa en el armario, sino que la irá creando en su propia casa según la necesite, o en esas grandes construcciones impresas donde se va pasando de la piedra al ladrillo, y del ladrillo al pladur, hasta acabar en la paja, al contrario que en el cuento de los tres cerditos. Y me acuerdo de una vez que fui a una ferretería hace un par de años a comprar un destornillador. Y le pedí al ferretero que me diera un destornillador pero que fuese de buena calidad. No le estaba pidiendo un destornillador barato, nada de regateos, le pedía uno de calidad. Él me dijo que todo lo que tenían era de buena calidad, que no era de los chinos. Yo le dije que quería uno bueno, que no se mellara, que tenía un destornillador de mi abuelo que era muy bueno. Él puso cara de melancolía y me dijo que las cosas ya no se hacen como antes.

En un momento del programa salen en una fábrica y dicen que ya no habrá que esperar a que la pieza venga de Alemania, que se la imprimirán ahí mismo. ¿Y de qué harán la pieza? Pues de plástico, no va a ser de acero. Y claro, pienso en la lavadora que tiene mi madre, que es de antes de que yo naciera. ¿Y cuánto duran las que hacen ahora?

¿Qué calidad tendrá la ropa según nuestras nuevas devaluadas exigencias? Evidentemente la calidad de la ropa no deja de bajar. Eso hace que los precios bajen igualmente, y al ser prendas baratas, podemos comprar más. ¿Dónde estará la sostenibilidad si se gasta continuamente materia prima y energía para alimentar las impresoras? Estaremos a la moda, pero tal vez llegará un momento en que no haya nadie para vernos. Y la comida, porque se podrá imprimir comida con moléculas vivas. Lo que me ha llevado a pensar, irremediablemente, en las multinacionales de comida rápida. Y las casas, con paredes de papel de fumar. Casas más pequeñas con paredes más finas donde viviremos alimentándonos de comida rápida. Antes podíamos llegar a heredar la ropa de nuestros mayores. Yo tengo sábanas de mi abuela puestas en la cama. Y las casas eran con enormes y gruesos muros de piedra que te aislaban de los fenómenos atmosféricos y te daban intimidad acústica interna y externa. Ahora tienes que poner la música súper bajita porque tus vecinos están durmiendo la siesta.

¿La tecnología nos hará más libres y autosuficientes? Me temo que no. En este programa los únicos nombres de empresas que se han nombrado han sido los de grandes empresas. Nuestro futuro seguirá en las mismas manos. Una nueva revolución industrial, han repetido varias veces. Si para William Morris la revolución industrial de finales del siglo XIX era "la maquinaria de sangre y hierro", hoy estamos ante la maquinaria de hipnosis y plástico.

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